Las mejores recetas de guisos para cocinar platos caseros, reconfortantes y llenos de sabor
- Qué es un buen guiso y por qué sigue siendo un plato insustituible
- La magia del fuego lento: el ingrediente que no puedes comprar
- Guisar con lo que hay: el arte de improvisar sin perder sabor
- Los pilares de un buen guiso: sofrito, tiempo y paciencia
- Mis recetas favoritas: lentejas con chorizo, guiso de garbanzos y estofado de ternera
- Cocinar guisos como acto de cuidado y terapia personal
- Trucos caseros para guisos sabrosos, fáciles y duraderos
- Por qué los guisos caseros son la mejor respuesta cuando no sabes qué cocinar
- Dudas comunes sobre la preparación de guisos
Qué es un buen guiso y por qué sigue siendo un plato insustituible

Cuando hablamos de guisos, no hablamos de comida. Hablamos de abuelas con cucharones como cetros, de madres que convertían sobras en sinfonías, de domingos donde la casa olía a paciencia. El guiso no nace en laboratorios de chefs con pinzas, sino en cocinas con goteras, en tiempos de escasez, en mesas donde lo importante no era el emplatado, sino que alcanzara para todos.
Porque un guiso no quiere deslumbrar, quiere abrazar. No pretende ganar estrellas Michelin, sino conquistar estómagos hambrientos y corazones cansados. Mientras la alta cocina compone platos como si fueran sonetos, el guiso es novela rusa: largo, denso, con personajes que cambian durante la cocción. Ternera, lentejas, bacalao, chorizo, garbanzos... todos distintos, todos revueltos, todos necesarios. Como la humanidad, pero con más sabor.
Es, en cierto modo, la espina dorsal de la cocina de verdad: la casera, la que no sale en Instagram. El guiso es esa alquimia humilde que convierte el tiempo en sabor y el fuego lento en bálsamo. Es el plato que se ríe del microondas y florece al día siguiente, como esas amistades que necesitan reposo para hacerse inolvidables.
¿Y qué decir de su técnica? Una olla. Un fondo. Un líquido. Y una paciencia que hoy se considera exótica. Cocinar un guiso es un acto de resistencia frente a la velocidad. Es confiar en que, con el tiempo suficiente, incluso los ingredientes más dispares terminarán entendiendo que el secreto está en convivir.
Carne con patatas, marmitako, caldereta, pepitoria, guisados andinos o mexicanos: cada variante es una declaración cultural, un poema sin métrica que, sin embargo, funciona. Porque todos comparten un mismo principio: el sabor no se impone, se construye. Capa sobre capa, como las historias de quienes los preparan.
El guiso, en el fondo, es una metáfora comestible: para que algo bueno surja, hace falta tiempo, mezcla, calor... y un poco de caos. Una joya dentro de nuestra tradición culinaria de recetas casera, donde cada plato tiene alma, memoria y verdad.
La magia del fuego lento: el ingrediente que no puedes comprar
Si hay un ingrediente que ningún supermercado puede vender es el fuego lento. No es solo una temperatura, es una actitud. Cocinar guisos como el pollo guisado con papas o el estofado de cerdo no se trata de tener prisa. Se trata de dejar que el tiempo haga lo suyo, que los ingredientes se ablanden, se escuchen, se mezclen.
En mi caso, no fue amor a primera vista con los guisos. No crecí con una abuela que me enseñara a hacer un estofado de carne ni tengo recetas heredadas. Empecé por necesidad. Necesitaba algo caliente, duradero, y que no me exigiera estar en la cocina todo el día. Sin saberlo, eso me llevó directo a los guisos. Lo primero que me atrapó fue lo permisivos que son: puedes usar lo que tengas. Siempre hay margen para ajustar, para corregir, para probar.
Y con el tiempo, empecé a notar los pequeños detalles. El sonido del sofrito cuando está listo. El momento exacto en que la cebolla pasa de cruda a dulce. Cómo cambia el aroma de un estofado de ternera después de una hora frente al fuego. Todo eso no lo enseña un vídeo de YouTube: lo enseña la paciencia.
Guisar con lo que hay: el arte de improvisar sin perder sabor
Una de las virtudes más grandes de los guisos es su adaptabilidad. ¿Tienes zanahorias, una cebolla y un trozo de carne olvidado en el congelador? Tienes un guiso. ¿Solo garbanzos y espinacas? También tienes un guiso. ¿Tienes arroz, un poco de pollo y caldo? Arroz guisado con pollo al canto.
Los mejores platos que he cocinado han salido de improvisaciones. Un guiso de lentejas vegetariano que nació porque no había chorizo. Un estofado de pollo que empecé con dudas y terminé saboreando como si fuera un manjar. Incluso un guiso de zapallos italianos, que nunca imaginé preparar, terminó siendo un éxito por la simple razón de que lo dejé cocinarse sin prisas.
Eso es lo que más me gusta de este tipo de recetas: no son fórmulas rígidas. Son puntos de partida. Puedes sustituir ingredientes, variar especias, cambiar el tipo de carne o incluso hacerlo sin carne. Y el resultado, si respetas el tiempo y el orden de los pasos, casi siempre es reconfortante.
Los pilares de un buen guiso: sofrito, tiempo y paciencia

Todo guiso comienza con una base. Ese sofrito inicial de cebolla, ajo, pimiento y tomate que huele a hogar. Ahí es donde empieza la historia. Ahí se cocina el alma del plato. No se trata de freír rápido, sino de caramelizar, de permitir que los ingredientes liberen sus jugos y se entiendan entre ellos.
Después viene la elección del líquido: caldo de carne, caldo de verduras, vino tinto, cerveza negra o simplemente agua. Cada líquido aporta una capa diferente de sabor. En mi estofado de ternera con papas, por ejemplo, el vino tinto es el alma del plato. En las lentejas con chorizo, un caldo casero hace toda la diferencia.
Y finalmente, el tiempo. No se puede hacer un guiso con ansiedad. El fuego lento es el mejor aliado. Aprendí a no mirar el reloj, sino la olla. A oír el burbujeo suave, a probar de vez en cuando y corregir con sal, pimienta o alguna especia de última hora.
Mis recetas favoritas: lentejas con chorizo, guiso de garbanzos y estofado de ternera
Podría escribir un libro entero solo con estas tres recetas que se han vuelto parte de mi repertorio.
- Lentejas con chorizo: No hay cucharas medidoras en esta receta. Solo intuición, fuego lento y ganas de comer algo que reconforte. Uso zanahoria, cebolla, pimiento rojo, chorizo ahumado, pimentón y comino. Y las lentejas, claro. Todo va a la olla tras un buen sofrito y se deja hasta que parezca que ya no puede estar más rico. Pero lo está.
- Guiso de garbanzos con espinacas: Ideal para los días fríos, este plato es como un abrazo. Los garbanzos los dejo en remojo la noche anterior. El secreto está en usar un poco de pimentón de la Vera, y no tener prisa en dejar que las espinacas se fundan con el caldo.
- Estofado de ternera con papas y vino tinto: Una receta que se afina con el tiempo. Carne de guiso bien dorada, cebolla, zanahoria, ajo, laurel, vino tinto y paciencia. Mucha. No hay más misterio. Pero cuando lo sirves, sabes que estás comiendo algo que tardó en hacerse... y valió cada minuto.
Cocinar guisos como acto de cuidado y terapia personal
No siempre cocino por hambre. A veces pongo una olla al fuego por necesidad emocional. Picar cebolla, remover despacio, sentir el vapor que se escapa con aroma a hogar... todo eso me calma. Me centra.
Cocinar guisos es un acto de cuidado. No solo hacia quienes los van a comer, sino hacia uno mismo. Es un espacio donde desconecto del caos y conecto con lo esencial. A veces, después de un día difícil, no necesito un psicólogo: necesito poner unas lentejas a cocer y dejar que el tiempo haga su trabajo.
Trucos caseros para guisos sabrosos, fáciles y duraderos
Aquí van algunos trucos que he aprendido a lo largo de los años:
- Sofrito lento y sin prisas: es el alma de todo guiso.
- Dorar bien la carne antes de añadir líquido: esto sella los jugos y aporta sabor.
- El orden de los ingredientes importa: primero lo duro (zanahoria, patatas), luego lo blando (espinacas, calabacín).
- Deja reposar: un guiso siempre está mejor al día siguiente.
- Congela sin miedo: los guisos se congelan genial y te salvan de apuros.
Además, si buscas variedad, prueba guisos de arroz, estofados de pollo receta de la abuela, potajes clásicos, caldereta de cerdo, o incluso un marmitako de atún en días de nostalgia marina.
Por qué los guisos caseros son la mejor respuesta cuando no sabes qué cocinar
La próxima vez que no sepas qué hacer para comer, no abras la app de comida rápida. Abre la despensa. Saca esa bolsa de lentejas, mira si te queda una cebolla, un poco de pimentón. Haz un guiso. No solo comerás mejor, sino que te sentirás mejor.
Porque los guisos no son solo platos. Son refugios. Son pausas necesarias en una vida acelerada. Y lo mejor es que no exigen perfección, solo presencia.